Estación de tránsito (1963)

Por Iván Guevara

Autor: Clifford D. Simak (1904-1988, USA)

Título original: Way Station (inglés) 

Páginas: 192

Contexto: Época en que fue escrita la novela. Una casa centenaria, aislada en un bosque de la América profunda. Esta casa es una puerta de acceso a cualquier rincón del Universo.

Tema: La trama comienza con un agente de la CIA siguiendo los pasos de Enoch Wallace, el protagonista. Lo han estado espiando y existe una razonable sospecha de que Enoch es un veterano de la Guerra de Secesión que ha mantenido un perfil bajo desde el final del conflicto, intentando pasar desapercibido en aquel rincón perdido del estado de Wisconsin. Lo que despierta el interés de la CIA es que, si esto resultara cierto, Enoch Wallace, a pesar de aparentar 30 años, debería tener 124.

La investigación de la CIA no es más que el hilo conductor —ni aporta ni molesta— que sirve de excusa para ir descubriendo la verdad sobre Enoch Wallace.

En realidad la casa es un portal intergaláctico que sirve como estación de tránsito a viajeros de las más diversas razas que habitan el Universo —todas ellas, huelga decirlo, pertenecientes a civilizaciones que le sacan cien vueltas de ventaja a la humana—. Enoch es el guardián de esta estación en la que los extraterrestres —por sentido práctico o como recompensa por los servicios prestados—, han hecho que no se envejezca. Así, Enoch pasa la mayor parte de sus días dentro de la casa y, para su organismo, el tiempo sólo transcurre durante los escasos momentos en que debe salir a aprovisionarse.

1964
La historia es sencilla y completamente despojada de sorpresas. Lo que hace realmente grande a esta novela es el tratamiento que Simak da a su personaje (y al de Lucy, de quien no revelaré nada para no estropear la lectura).

Con un lenguaje natural, la novela reflexiona sobre las responsabilidades del hombre para con el entorno que hace posible su existencia; sobre las consecuencias de nuestras elecciones como raza y sobre la vida entendida como entidad única, que abarca a todos los seres vivos, a la que no se puede dañar o maltratar en modo alguno sin sufrir, más temprano que tarde, las secuelas de ese daño.

En contra de lo que pudiera suponerse, el libro gana en profundidad gracias a su despojado y hasta previsible argumento, que prepara nuestras mentes para trabajar con las ideas. La sabiduría por sobre el ingenio. Este es el motivo por el cual recomiendo Estación de tránsito con los ojos cerrados.

Nota al margen: La traducción de J. Ribera es de mediocre para abajo.

Una frase: «La Galaxia era un lugar demasiado grande para que un ser viviente pudiera permanecer en ella solo y desamparado».

También recomiendo del autor: Ciudad

1 comentario:

  1. Estaba en el amanecer de mis años universitarios, cuando leí esta bellísima novela y en realidad creo ya es momento de revisitarla. Gracias por traerme a la memoria tan formidable obra.

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